7/7/11

Here we are again... de nuevo en la danza

Y es que no se pueden dejar las cosas quietas. Uno tiene que sacar el tiempo de donde sea, para ponerlo en sus pasiones, en sus amores, en las pequeñas chispas que nos hacen vivir.

¿Donde mejor que aquí, en Almería viva?

Vale.

Uno por semana.

Porque desde que comencé con el blog, casi recién llegada a este lugar, todo ha ido cambiando, como es ley de vida, aunque a veces haya sido tan despacito que apenas nos hayamos dado cuenta. Almería es una pizca diferente... y yo también.

Vamos, las dos, a seguir conociéndonos poco a poco, a mirarnos las líneas de las manos y los pies, a reseguir las arruguitas nuevas que nos salieron anteayer... y los tratamientos de estética que nos pensamos hacer pasado mañana.

Bienvenidos a la Crónica de una ciudad que late.

15/10/09

Lennon... otra vez



En 1966, Richard Lester le propuso a John Lennon participar, sin el resto del grupo, en el reparto de una parodia descarada y cómica sobre la guerra -en concreto, sobre la II Guerra Mundial-: How I won the war (Cómo gané la Guerra), en el papel del soldado Gripweed.

El 5 de Septiembre John se embarcó en dirección a Alemania, donde haría escala antes de trasladarse a las localizaciones de rodaje, en Almería. Al día siguiente, su famoso corte de pelo fue trasquilado y reducido al típico corte militar, al tiempo que unas peculiares gafas "de abuelita", del estilo de las que proporcionaba el británico "National Health" (la Seguridad Social, para entendernos) se plantaban sobre el puente de su nariz. Aquel par de gafas se incorporó inmediatamente a la imagen de Lennon, que ya no las abandonaría.

En aquella época Almería era una ciudad muy diferente a cómo es ahora. El Andarax todavía cruzaba la ciudad (cuando llevaba agua, claro está) de norte a sur, a cielo abierto, encauzado entre muros de contención pero todavía expuesto a desbordamientos, como el que tuvo lugar en octubre de aquel mismo año, y lo volvería a hacer en abril de 1970 o enero de 1982. La Estación Intermodal o el Museo Arqueológico no aparecerían hasta 1998; ni la UAL (1997), ni la Casa del Mar (2002). En su lugar se extendían cultivos y descampados y, al pie del Cable Inglés, las inmensas instalaciones de los Talleres Francisco Oliveros, abastecedores de material ferroviario, donde se llevaban a cabo reparaciones y reformas de los vagones y elementos remolcados de los ferrocarriles. La ciudad, pese a estar pegada al agua, no miraba al mar con demasiado cariño, sino con necesidad y cierto desdén.

De Tabernas a Carboneras, pasando por Cabo de Gata, Lennon recorrió todos los sets de rodaje, tuviera poca o mucha participación en las escenas que se grababan. Durante las primeras semanas se alojó en el Delfín Verde, que todavía hoy abre sus puertas y su terraza pegado al Paseo Marítimo -aunque por entonces no había Paseo de ninguna clase-, trasladándose de un lugar a otro primero en su espléndido Rolls y, cuando éste se averió, en taxi.

No había grandes cosas que hacer en aquella ciudad pequeña y escasamente cosmopolita, de modo que muchas tardes vacías John se dedicaba a imaginar nuevas composiciones, acomodado con su guitarra en aquel lugar cercano a la playa, grabando en su propio magnetofón. Allí es donde, al parecer, empezaron a cuajar las notas de su Strawberry Fields Forever.

El 9 de octubre, a punto de finalizar el rodaje, John cumplía veintiseis años. Para celebrarlo con ellos se presentó Ringo Starr, de manera que Cynthia, la esposa de John, consideró que necesitaban trasladarse a un lugar más espacioso, decidiéndose por la Casa Romero-Balmes, también conocida como "Cortijo Santa Isabel".

Era ésta la típica cortijada uvera, habitual en la zona. El palacete situado en Villablanca y adquirido por Miguel Balmes en 1866 (un siglo antes de la llegada de John) se había venido abajo con la decadencia de la familia Balmes en la posguerra, y su propietario optó por alquilar el lugar para rodajes o para alojamiento de artistas. A Cynthia le parecía una casa llena de espíritus mientras que, al parecer, la florida verja del cortijo le recordaba a John otra verja parecida en otra ciudad: la del orfanato de Liverpool, cercano a la casa de su tía Mimí, que llevaba por nombre "Strawberry Field". En aquel orfanato tenía lugar un pequeño festival anual, al que John y su tía asistían con regularidad, y se cuenta que, en los pequeños bosquecillos que rodeaban el lugar, junto a sus amigos de infancia, fue donde el muchacho se aficionó a la música.

El año 1966 estaba resultando un año complicado y crucial para el cuarteto. Su música se había convertido en algo demasiado complicado para tocar sobre un escenario, circunstancia que se reveló clara y fastidiosamente en la última gira por Japón y Filipinas, que resultó un absoluto fiasco; de modo que cada uno comenzaba a hacer cosas por su cuenta. Así, Paul escribió el guión para una película, George andaba metido en sus asuntos filosóficos, Ringo en negocios inmobiliarios... y John se sentía perdido y desubicado; el cese de las actuaciones en directo suponía demasiado tiempo libre, su popularidad había bajado y su consumo de drogas había aumentado. Aquel conjunto de circunstancias llevó a John a aceptar el trabajo en aquella parodia antibelicista que no obtuvo aprobación por parte de los críticos, resultando más conocida por la participación del músico que por ser un buen film. Las palabras del guión, pronunciadas por el soldado Gripweed al resultar mortalmente herido, fueron casi proféticas: "Sabía que esto podía pasar".

Esperaba un buen motivo para abandonar la formación desde el día que hice "How I won the War". Solo que no tenía tripas para hacerlo, ya ves. Porque no sabía a qué otro sitio ir. Lo hice porque Los Beatles habían dejado las giras y yo no sabía qué hacer.

Fuimos a Almería, y tardé seis semanas en escribir la canción. No paré de escribir en todo el rodaje. (Y como todo el mundo sabe, en el trabajo cinematográfico hay muchos tiempos muertos.) Tengo una cinta original de ella en algún sitio, de cómo sonaba antes de que se convirtiera en la canción de sonidos psicodélicos que acabó siendo durante la grabación.

(De una entrevista realizada para Playboy en 1980)


Cuando a mediados de Octubre finalizó el rodaje y John se marchó, llevaba en su equipaje una canción nueva, y estaba a punto de conocer a Yoko Ono en Nueva York. A Los Beatles, como grupo musical, les quedaban dos telediarios.

El Cortijo Santa Isabel ha permanecido abandonado durante tres décadas, aunque se acaba de terminar su restauración y recuperación para alojar el Museo del Cine de esta ciudad.

Hace un par de años, en abril, se colocó en la Rambla una escultura de John Lennon, creación de la escultora Carmen Mudarra, tocando la guitarra española en la misma postura que aparece reflejada en las fotografías tomadas en El Delfín Verde, aunque vestido con el uniforme de soldado. Sin embargo, y para nuestra vergüenza, desde que la instalaron no ha dejado de sufrir asaltos por parte de los gamberros. Destrozaron sus gafas en varias ocasiones, y también los trastes e incluso el mástil de la guitarra. La noticia del maltrato -desgraciadamente habitual con otros monumentos similares- llegó hasta Gran Bretaña, donde The Mirror llegó a publicar que el Ayuntamiento se planteaba retirar la efigie. Sin embargo, parece que por fin se ha dado con una solución: situarla en un lugar con más circulación, que ha resultado ser frente al Teatro Cervantes, justo ante la puerta de Molly Malone y al alcance de las cámaras de vigilancia. Esperemos que de ahora en adelante se vea a salvo de los sinvergüenzas.

John ha vuelto a Almería; nos gustaría pensar que para permanecer como parte de nuestro paisaje durante mucho tiempo.











Fuentes:

* Hemeroteca ABC
* http://blog.beatletracksband.com/
* http://www.upv.es/~ecabrera/letme/calmeria.html
* http://www.elpais.com/articulo/andalucia/Lennon/vuelve/Almeria/anos/elpepuespand/20070303elpand_19/Tes
* http://www.abc.es/hemeroteca/historico-20-07-2006/abc/Cultura/cynthia-lennon-rememora-la-visita-que-el-matrimonio-hizo-a-almeria-en-1966_1422529453003.html
* http://www.elperiodicomediterraneo.com/noticias/noticia.asp?pkid=240328
* http://www.lastfm.es/music/The+Beatles/_/Strawberry+Fields+Forever/+wiki

31/8/09

El Cortijo del Fraile



Imagen

Tratándose de tierras de cine, tal vez debería llamar a esto "Almería, mon douleur"; no sé si la devastación de Hiroshima fue mayor, pero sí que no se alargó tanto en el tiempo. La fotografía de arriba es una toma de la fachada principal del Cortijo del Fraile, en tierras de Níjar y cerca de Rodalquilar. O mejor dicho: pertenece a sus restos mortales, igual que todas las demás del reportaje. Causa tristeza, rabia, decepción y una frustración honda derivada de ver como todo se pierde en las hueseras, incluso -lo vereis más adelante- las propias hueseras. Ambiciones, politiqueo, rencores, venganzas, olvidos, nituyonimíonidenadie... humanidad en estado puro, se mire el pobre Cortijo desde donde se mire.

Tras la expulsión de los moriscos, como alguna vez he mencionado, se intentó repetidamente repoblar las tierras almerienses, sobre todo las costeras, con gentes procedentes de otros lugares. Los colonos procedían de muy diversos puntos de la península; a unos se les ofrecieron tierras para animarlos a la mudanza, y a otros se les concedieron como recompensa por haber luchado junto a las tropas castellanas en la Reconquista. Pero durante siglos esa repoblación se hizo casi imposible, no solo a causa de las razzias de los piratas berberiscos -debidamente documentados acerca de la situación de las defensas por los moriscos expatriados-, sino también por la avaricia de los buitres de siempre: los señores y el clero; por una época infernal de movimientos telúricos y grandes sequías; por unos cambios de sistemas de cultivo que no se ajustaban a lo que el terreno ofrecía, por ignorancia y por... lo mismo que se arruinan las cosas ahora: avaricia. De manera que la zona quedó escasamente habitada, salvo durante los años en que se explotó su potencial minero, primero con los alumbres y más tarde con el plomo, el hierro o el oro. El valle tiene su tesoro en la tierra, hasta que la rapiña lo deja en nada.

Fue a principios del siglo XVIII cuando los frailes del convento de Santo Domingo, una de las órdenes religiosas con más representación en la provincia (los mismos a cuya custodia se entregó, allá por el principio del año del señor de 1503, la imagen de la Virgen del Mar hallada en las playas de Torregarcía), se hicieron con muchas hectáreas de tierra en Níjar, entre ellas, las tierras del Cortijo, que dedicaron al cultivo de olivares y viñedos, y donde levantaron el edificio principal y las construcciones adyacentes. Todo parecía ir viento en popa, hasta que llegó la desamortización. Primero Godoy, luego el rey francés, después aparecieron en el horizonte los liberales, Mendizábal, Espartero, Madoz… ¡qué vamos a contar!... pues que entre tiracáp’aquí y tiralláp’allá, la propiedad se vió afectada por los procesos de venta de tierras de la iglesia, pasando a formar parte de las tierras comunales de Níjar y, posteriormente a manos de los Acosta, grandes terratenientes cuyas propiedades abarcaban una extensión casi limítrofe con el municipio costero de San José. Las cortijadas estaban pobladas por familias que cultivaban las tierras y se ocupaban del ganado, o en oficios auxiliares a una u otra actividad. Eran comunidades cerradas (y cerriles), donde el analfabetismo era una peste más, y nacer mujer era casi una sentencia, una condena a perpetua.

Fue en ese escenario donde, el 22 de julio de 1928, estalló una de esas bombas de pasiones que se cuecen cuando el interés y el deseo chocan, una de esas historias de lo que se ha dado en llamar “la España profunda”. La gente lo conoce como el Crimen de Níjar, y llenó páginas de prensa local y nacional de la época, con el morbo tan habitual entonces como ahora. Tenía todos los ingredientes: una muchacha joven, nada agraciada (según se cuenta, Paca Cañadas era coja y bastante fea, lo cual no significaba que no tuviera sentimientos o fuera estúpida), dotada por su padre para facilitar su matrimonio; la avaricia de la familia, la boda arreglada, la huida en la misma noche de bodas, la sangre… y la nada. Casimiro, el novio despreciado, se marchó y se casó en otro lugar, viviendo en San José hasta 1990. Los asesinos –el matrimonio formado por José Pérez, hermano del novio, y Carmen Cañadas, la hermana de ella- no tardaron mucho en salir de prisión, Carmen en unos meses, y él al cabo de tres años, merced a una amnistía; Paca Cañadas, por el contrario, sobrevivió y pasó el resto de su vida recluida, por su propia voluntad, entre las sombras de su casa. A su muerte, en 1987, le dieron sepultura en Níjar, pero no hay nicho alguno con su nombre y se cuenta que su lápida tiene un nombre falso.

Sobre aquellos hechos basó Federico García Lorca su trágica “Bodas de Sangre”, publicada en 1933. Seguro que todos han oído hablar de Bodas de Sangre ¡cómo no, si se estudia en escuelas e institutos!.

Sin embargo, antes que Federico escribiese su tragedia –sombría y sangrienta como era habitual en su concepción de la pasión y la muerte- alguien más, con sobrados conocimientos de la zona había escrito otra obra basada en los mismos hechos. Solo que había esquivado expresamente aquel final dramático tan lorquiano y, aun sin atenerse a la verdad de lo sucedido (en la realidad tan solo uno de los fugados resultó muerto) le había concedido un nuevo final mucho más luminoso, en el que ambos amantes dejaban atrás la vida conocida hasta entonces para buscar en tierras nuevas una vida mejor. La obra, “Puñal de claveles” ha sido (y es) tildada de melodrama. Yo me pregunto qué es, realmente, lo que diferencia una tragedia de un melodrama, porque en ocasiones tengo la sensación de que sólo lo hace el nombre del autor. El autor de Puñal de Claveles era una mujer, Carmen de Burgos Seguí. Carmen de Burgos es la gran desconocida de la Edad de Plata de la literatura española. Contemporánea de la generación del 98, con cuyos componentes la unían no pocas ideas, fue una adelantada a su tiempo. Había nacido en una familia almeriense perteneciente a la burguesía local, en la calle Mariana, justo a las vueltas de la Plaza Vieja y el convento de las Claras, pero había pasado buena parte de su niñez en las tierras de Rodalquilar, donde su familia poseía, igual que los Acosta del Cortijo del Fraile de quienes eran vecinos, tierras de labor y la concesión de los derechos de explotación de algunas minas –el Cortijo de la Unión, hoy en ruinas o desaparecido-, tierras que luego tuvieron que hipotecar y vender, pero que ella siempre recordó como su paraíso perdido. Allí creció, a caballo entre la influencia de un padre liberal cuya generosa biblioteca asaltaban ella y sus hermanos y la libertad sin cortapisas en un edén minúsculo. Pero pronto, las limitaciones de un mundo pequeño burgués y cerrado, absolutamente convencional, se convertiría para ella en una jaula de la que puso todo su empeño en huir, cosa que consiguió con una firme voluntad y el empeño por cambiar las cosas, y no someterse dócilmente a ellas.

En la época en que tuvieron lugar los sucesos del Cortijo del Fraile, Carmen de Burgos acababa de regresar de Chile. Era ya una mujer de edad avanzada –sesenta y un años, si hacemos caso a sus biógrafos- y seriamente enferma, que moriría el 8 de octubre de 1932, durante una conferencia del Círculo Radical Socialista, en una de cuyas mesas redondas participaba.

Y esa omisión generalizada de Carmen de Burgos en las referencias al Cortijo del Fraile son, en realidad, otra muestra de la desidia triste que empapa todo cuanto atañe a esta tierra, que no reconoce como debiera la valía de sus hijos. A Carmen, liberal, liberada, republicana, feminista, masónica, defensora del divorcio desde los primeros años del s XX, de la educación inexcusable de la mujer, del rechazo a la pena de muerte, le vino a caer encima después de muerta la venganza de los vencedores: El reconocimiento público de su obra que se había solicitado se fue a pique en los desastres de la guerra, que impedían entretenerse en flores y, nada más acabar la contienda, se elaboraron listas de autores prohibidos; autores que no debían figurar entre los fondos de las bibliotecas públicas, ni ser vendidos en las librerías o reeditados. Había casos en los que se prohibían ciertas obras, y otros en los que se prohibía por completo al autor. Este último fue, precisamente, el de Carmen de Burgos:

Sírvase tomar nota de que no están autorizados los libros de: Zola, Andreieff, Voltaire, Rousseau, Giolla (Ediciones Franklin), Upton Sinclair, Sinclair Lewis, Gorki, Carmen de Burgos, […] Romain Rolland, […] Guerra Junqueiro, Eduardo Ortega Gasset, Diego Ruiz, Sénder […] (1)

(1) Mª Josepa Gallofré i Virgili, L’edició catalana i la censura franquista) – 1939-1951), Barcelona, Publicaciones de la Abadía de Montserrat, 1991, p.47)

De: Concepción Núñez Rey, Carmen de Burgos, Colombine, en la Edad de Plata de la literatura española). Premio Antonio Domínguez Ortiz de Biografías, 2005. Ed. Fundación Jose Manuel Lara [Biografías]. Octubre 2005, p. 625


Pasaron los años, y Federico brilló con luz propia, recobrando un lugar en las aulas y las bibliotecas. Lo mismo ocurrió con otros grandes nombres, como Miguel Hernández, Ortega y Gasset o Sénder.

Han pasado los años y, desde hace una década, se intenta rescatar a Carmen de Burgos.

Han pasado los años y, desde hace una década, se intenta rescatar el Cortijo del Fraile.

Tal vez –eso deseo- lo consigan con Carmen. Es cuestión de voluntad e interés.

Con el Cortijo, lo veo más difícil. Las tierras de labor que lo rodean fueron adquiridas en 1995 por una compañía agrícola murciana, la Agrícola La Misión S.L., en cuya página web podemos leer:
1995 Se constituye Agrícola La Misión S.L. , para cubrir todos los cultivos fuera de Murcia y la puesta en marcha de la compra de la Finca "El Cortijo del Fraile" ubicada en el Parque Natural Cabo de Gata, Nijar, para cultivos ecológicos (724 Ha).

1996 Constitución de Kernel Export, S.L. como Organización de Productores de Frutas y Hortalizas nº 577.


Como advertiréis, se hace mención expresa a que la finca se encuentra en el Parque Natural. Si bien, como se puede apreciar en las imágenes, no se trata de un cultivo de invernaderos de los que tanto acostumbramos a protestar, sino de un regadío, además (si la información sobre las quejas de los ecologistas y algunos partidos de izquierda al respecto y de que dispongo no miente) cultivos subvencionados en terreno forestal. La Junta de Andalucía se supone que debe tomar cartas en el asunto pero, de hecho, la venta del Cortijo a la Agrícola La Misión, cuando ya el Parque Natural era una realidad, no les hizo mover un dedo. El Ayuntamiento de Níjar rotula y lo incluye en sus rutas turísticas, pero tampoco toca una piedra porque las piedras no le pertenecen. En cambio, como podréis observar en las fotos, se ha llevado a cabo muy recientemente (al parecer por la empresa propietaria) una restauración del aljibe y del tanque con abrevadero, que aparecen convenientemente remozados y encalados. El problema reside en que las restauraciones deben hacerse con respeto a la construcción original, y no a base de cemento, conservando poco más que el aspecto externo y terminando de destrozar lo poco recuperable que hubiese quedado a base de sustituirlo por un pegote moderno, falto de toda autenticidad e inútil para su observación y estudio, como si se tratase de un trampantojo cinematográfico.

En junio de 2002 cierto número de intelectuales y asociaciones se reúnen en el Cortijo y hacen público el Manifiesto del Cortijo del Fraile, en el que se reivindica tanto la rehabilitación y recuperación para usos comunes el Cortijo del Fraile, como la obra de Carmen de Burgos, tan injustamente olvidada.

Manifiesto del Cortijo del Fraile

Los escritores y artistas del Sureste, reunidos hoy día 22 de junio, en el Cortijo del Fraile, en este paraje de insólita belleza, próximo al oro de Rodalquilar y a la deslumbrante costa volcánica, deseamos hacer llegar a todas las sensibilidades nuestra preocupación por el estado de abandono y ruina en que se encuentra el edificio del siglo XVIII, mandado construir por los frailes dominicos.
Destacamos la significación de esta construcción, de tanta importancia e interés dentro de la arquitectura tradicional del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar. Así como por su vinculación a la literatura, como fuente inspiradora de la novela Puñal de claveles de Carmen de Burgos y la tragedia Bodas de Sangre de Federico García Lorca, cuya proyección universal hace incomprensible que este lugar permanezca en ruinas. Lamentamos su deterioro y destrucción, así como el continuo expolio de lápidas y diversos utensilios, a que se ha visto sometido. La continua afluencia de visitantes, atraídos por la creciente fama del Cortijo, reclama una actuación que no admite demora.
Somos conscientes, sin embargo, de las dificultades que hay que superar, puesto que el edificio (sobre el que hay incoado un expediente dentro de un bloque de cortijos rurales mediterráneos) es propiedad privada y requiere de una gestión eficaz por parte del Ayuntamiento de Níjar y la Junta de Andalucía, para llevar a cabo un ambicioso proyecto que vendría a suponer un centro vital para la cultura, con proyección internacional.
Pedimos que, dada la singularidad de la edificación, se agilicen al máximo todas las gestiones para poder llevar a cabo su reconstrucción y restauración, acordes con la categoría de la obra y el paisaje en que se enclava. Y, en consonancia con los excelentes trabajos de recuperación que se están realizando en la zona, en el antiguo poblado minero de Rodalquilar. De igual manera, han de acondicionarse los caminos al Cortijo del Fraile, así como la carretera, junto al cerro del Cinto, que le une con Rodalquilar, que resulta hoy impracticable.
El Cortijo del Fraile ha de convertirse en un Museo Etnográfico del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar; con una especial dedicación al suceso de 1928, como a las posteriores obras literarias que generó. Si Lorca ha de tener una destacada presencia, Carmen de Burgos “Colombine”, tan vinculada a estas tierras, en las que ambientó varios de sus relatos, ha de encontrar aquí también un recuerdo vivo y permanente. La figura de la escritora almeriense ha ido recuperando su vigor, gracias a su intensa obra literaria y, como cabeza de la lucha por la dignificación de la mujer en nuestro país, cuya luz personal pervive en nuestro tiempo.
La propia edificación, tan sugestiva, como enclave rural, con elementos arquitectónicos del siglo XVIII y oratorio del XIX, presenta por sí sola un enorme atractivo para convertirse en el futuro Museo del Parque. Se ha de producir, pues, una imbricación perfecta entre las tragedias rurales del autor granadino y un lugar que fue centro de la vida, el trabajo y las pasiones de los Campos de Níjar.
Proponemos al Ayuntamiento de la localidad y a la Junta de Andalucía que actúen, ya contemplan la posibilidad de la adquisición y recuperación de un grupo de viviendas abandonadas, muy cerca del Cortijo del Fraile, en el llamado Campo de Doña Francisca, que podrían convertirse en residencia de futuros visitantes y, en especial, destinadas a escritores, profesores y artistas que, procedentes de diversas partes del mundo, acudieran para realizar sus creaciones, investigaciones y encuentros en el Parque Natural.
Decidimos constituir un amplio Colectivo que vele para que el Museo del Cortijo del Fraile sea, en breve, una realidad, una admirable realidad, en este hermoso Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, declarado por la UNESCO Reserva de la Biosfera.
En el Cortijo del Fraile, a 22 de junio de 2002
Instituto de Estudios Almerienses
Diputación de Almería
Colectivo Huali (Almería)
Grupo Espartaria (Lorca)
Asociación de Amigos del Parque Natural Cabo de Gata-Nijar
Asociación de Escritores y Artistas Españoles


Han transcurrido siete años largos desde que se realizase el Manifiesto. Siete años de sol abrasador, de viento residente, de lluvia brusca y rompedora. Siete años, no de olvido total, sino de paciencia excesiva. La situación actual es la que podeis observar en las imágenes. La tierra, como en los tiempos que la visitara Goytisolo, sigue siendo roja, y en ella crecen los frutos enriqueciendo el paisaje con sus colores. Los pitacos, con sus enormes varas floridas, siguen bordeando el margen del camino; y cabras y ovejas pastan en la majada, al cuidado del pastor. Todo sigue igual, todo se desmenuza en polvo. Polvo en el viento, que es todo cuanto somos.

29/8/09

Lucainena de las Torres


Bueno... pues fue una delicia. A modo de presentación valga una foto reciente de una obra antigua.
Ingeniería de pico y pala.
Este túnel, junto a la Rambla Alías, a la altura de El Saltador, formaba parte del antiguo trazado del ferrocarril de vía estrecha. Aquí no trabajaron tuneladoras, ni las grandes máquinas que hoy horadan las rocas. Se excavó a fuerza de músculo -y supongo que algo de dinamita, claro- y por eso sus paredes son tan irregulares. Podeis imaginaros las cuadrillas picando la roca y, aunque como se puede observar su longitud no es mucha, debió sudarse lo suyo.

Lucainena de las Torres

En la vertiente norte de Sierra Alhamilla, entre Sorbas y Tabernas, y un poco por encima de los quinientos metros sobre el nivel del mar, se encuentra Lucainena de las (Siete) Torres. La antigüedad del asentamiento se remonta al neolítico, aunque no es hasta la época romana cuando adquiere cierto nombre entre los lugares de su entorno. Lucainena fue una alquería de cierta importancia, una villa romana dedicada como era habitual en la época y el lugar a la explotación agrícola. Cuentan los porahíses (ya sabes que la red es una gran fuente de información, pero también lo son los periódicos y las charletas, aunque a veces todos ellos sean inexactos o contengan errores) que perteneció a un tal Lucanius o Lucainus, un patricio de quien se deriva la primera parte del topónimo. Existen restos arqueológicos correspondientes a ese periodo, como pueden ser piezas de terra sigillata, las piezas de cerámica rojo brillante que aparecieron en la Hispania del s. I dC por influencia de las originales itálicas o galas.

La llegada de los árabes a la zona hizo de ella el vértice norte del triángulo que formaba la Tierra de Níjar (Cora de Bayyana), y la dotó de una muralla con siete torres, a cuyo recuerdo está sujeta la segunda parte del topónimo, y también una mezquita. Los musulmanes supieron aprovechar la riqueza de los acuíferos, convirtiendo Lucainena en un próspero enclave agrícola donde se cultivaban frutales como los almendros, olivos, granados o higueras, de los que todavía hoy quedan terrenos en la zona. Sin embargo, las cosas pronto iban a cambiar. Lucainena -los documentos la referencian por ese entonces con topónimos como Locayna, La Caynera o Alocainona- forma parte de las posesiones de Boabdil el Viejo, Abū `Abd Allāh Muhammad az-Zaghall, más conocido como El Zagal, el desgraciado tío y predecesor de Boabdil El Chico. En el entramado de negociaciones y permutas que tuvieron lugar en la época para consolidar alianzas de poder, Lucainena fue, como otras tierras, entregada a los Reyes Católicos. Corría el año de 1488 y la población tenía un censo de -aproximadamente- quinientas almas musulmanas. Cuando, en Nochebuena de 1489 y después de unas capitulaciones muy aceptables, los Reyes entraron en Almería, las tornas no tardaron en girarse.

Si algo tuvieron Sus Muy Católicas Majestades fue la pésima costumbre de no hacer honor a sus tratos ni respetar capitulaciones de clase alguna. Una vez con la sartén por el mango, hicieron siempre lo que les dió la realísima gana... y eso pasaba por aplastar a los infieles- Bueno, por aplastarlos, apartarlos y quedarse su patrimonio, claro, que aplastar por aplastar y sin provecho tampoco era la cuestión-. Por su parte, los "infieles", que veían traicionados los acuerdos, no estuvieron dispuestos en absoluto a permanecer de brazos cruzados. Ahí empezó la desolación.

En 1489 la villa se entrega a Don Enrique Enríquez, tío del rey por parte materna (la madre del rey, Juana Enríquez, era hija del primer matrimonio de Don Fadrique Enríquez, mientras que Don Enrique lo era del segundo), junto con otras tierras pertenecientes, no a la Sierra Alhamilla, sino a la de los Filabres. A este conjunto, que dejará la villa situada al sur de la circunscripción, se denominó el Estado de Tahal. Más tarde, por patrimonio (o sea, por matrimonio) pasaría al Marqués de Aguilafuente -supongo, y es pura deducción, que a D Pedro de Zúñiga, segundo Marqués de Aguilafuente, que casó allá por 1550 con Doña Ana Enríquez. Durante esos años, los musulmanes de la zona intentaron, mal que bien, adaptarse a los cambios. Pero se toparon con la cruzada religiosa fundamentalista y con los incumplimientos de las capitulaciones. Tal vez hubiesen podido bregar con una u otra circunstancia, pero la conjugación de ambas resultó fatal. Los moriscos, hartos de abusos, se levantaron en las sierras almerienses igual que en las granadinas. Los Filabres se convirtió en un campo de batalla y no hubo fuerza que consiguiera que los habitantes del lugar -todos ellos moriscos, en el caso de Lucainena- pudieran conservar sus posesiones o su forma de vida, que les fueron arrebatadas y entregadas a los señores cristianos como botín de guerra. De un censo de cuatrocientos treinta y seis habitantes, tras la revuelta, cautivos unos, vendidos como esclavos otros y expulsados los más, Lucainena perdió la totalidad de su población y, en 1570, el Libro de Apeo y Población se daba fe de un intento de repoblación con diecinueve colonos, de los cuales no aparece citada la procedencia. Desgraciadamente el asentamiento de los primeros colonos no llegó a cuajar debido a las frecuentes razzias de los piratas berberiscos, en una de las cuales son hechos prisioneros y, al igual que los moriscos que les precedieron, vendidos como esclavos, esta vez al otro lado del mar.

En el s. XVIII (1772), sobre la anterior ubicación de la Mezquita local, a costa del erario del señor Conde de Aguilar y siendo gobernador y administrador general D Adrián de Laborda, se levanta la Iglesia de Santa María, bajo el patronazgo de Nuestra Señora de Monte Sión. La localidad ha ido, recuperando, aunque lentamente y algo modificada, su antigua actividad agrícola y artesanal, y creciendo (el censo de Marqués de la Ensenada, en 1752, contabilizará una población de 429 habitantes) hasta englobar cortijadas todavía existentes como las de Polopos, El Saltador o Rambla Honda. Lucainena dormita amodorrada en una rutina lenta, sencilla y blanca, bajo el Cerro que la corona, en el oasis que todavía era la Sierra Alhamilla.

Y entonces llega el siglo.

El siglo XIX, quiero decir.

Y, con el siglo, surge un bostezo. Llega un nuevo orden de gobierno y arranca la era industrial, que exige materia prima: minerales para las fábricas e instalaciones para la extracción del mineral. Un alma espabilada da en descubrir que la dormida Lucainena reposa sobre un manto de cierta riqueza. Las entrañas de la roca guardan un tesoro que aflora desde las profundidades, en las aguas sulfurosas de la fuente del barranco Juagarí (o de “La Almazarilla”). Corren la segunda década de los milochocientos y, al parecer se trata –cosas de la vida- de un descubrimiento porcino. Un animal enfermo da en revolcarse en los lodos de la zona, y sana. Tres décadas más tarde, D Gaspar Molina y Capel, profesor de Medicina, redacta una memoria confirmando la calidad curativa de las aguas, hablando de sus efectos sobre el sistema nervioso, circulatorio, digestivo y respiratorio.


Sin embargo, solo se trata del principio. Los terrenos cercanos demuestran ser ricos en cobre, hierro y azufre. De modo que muy pronto son adquiridos para su explotación. Varias fueron las compañías mineras que pusieron sus ojos en los terrenos pero, finalmente, hacia 1893, el vizcaíno Ramón de la Sota y Llano y su primo Eduardo de Aznar y de la Sota (Compañía Sota y Aznar), se hacen con la explotación a través de la Compañía Minera de Sierra Alhamilla (CMSA) participada al principio con el alemán Otto Kreizner.

Para llevar adelante la explotación necesitan poder transportar el mineral, de manera que se proyecta y construye en la sierra todo un entramado de viales, planos inclinados y baterías de hornos de calcinación. En Lucainena se levantarán, una tras otra, las instalaciones necesarias para sostener la actividad minera; central eléctrica diesel, talleres, almacenes, oficinas, hospital, hornos de fundición y, lo más importante: un trazado ferroviario que unirá la población con la costera Aguamarga, bordeando la rambla de Alías hasta la Venta del Pobre, para luego enfilar los llanos de Níjar. La línea de ferrocarril, que unirá los 35 kilómetros que separan la sierra del mar, constará de varias estaciones intermedias (Peralejos, Camarillas y Palmerosa) y una de descarga, enormes tolvas de almacenamiento y un embarcadero. De estas tres estaciones solo de Camarillas se conserva algún resto de interés, casi enterrado por la construcción de una nave industrial, a espaldas de la Venta del Pobre, en la glorieta que parte desde el restaurante hacia Carboneras. Las obras se llevaron a cabo con grandes prisas y, en solo dos años ¡a pico y pala! (de 1894 a 1896) se terminó el ferrocarril de vía estrecha (0,75 m) y exclusivamente de carga. Las pequeñas –llegaron a ser nueve- locomotoras de vapor arrastraron vagón tras vagón, en convoyes de hasta 20, con cargas de unas siete toneladas, controlándose desde 1896 hasta 1931 casi 3.800.000. En ocasiones excepcionales se contaba con un par de coches de viajeros, destinados inicialmente al transporte de los directivos de la Compañía. El coste total de la construcción alcanzó los tres millones y medio de pesetas (de la época), a razón de unas cienmil pesetas por kilómetro, incluyendo dos puentes metálicos de gran envergadura (La Rafaela y El Molinillo). Pese a ello, de todos los trazados ferroviarios mineros de la provincia, el de Lucainena-Aguamarga fue el que mejor y por más tiempo cumplió su función.

En principio, el mineral bajaba por el plano del Burrucho hasta el principio de la línea. A medida que avanzó la explotación se fueron haciendo algunas modificaciones sobre el transporte. La mina era productiva y los dividendos para sus propietarios importantes. En aquel entonces, la población en Lucainena aumentó de forma muy considerable, alcanzando su pico máximo en 1900, con 2.455 habitantes censados, aunque algunas fuentes llegan a mencionar los 7.000 habitantes. Por aquel entonces la población pertenece al partido judicial de Sorbas, y contabiliza 240 casas, terrenos de buena calidad, fuentes y manantiales de agua potable y ferruginosa, su propio Registro de la Propiedad, una Administración Subalterna de Hacienda, abogados, procuradores, notarios, médicos, farmacéuticos, telares, molinos de aceite y harina, fábricas de jabón y aguardiente, alfarerías y comercios de distintas clases.

Sin embargo, mientras la pequeña localidad almeriense se dedicaba afanosamente a arrancar los huesos de su tierra –el grueso de cuyo beneficio iba a engordar directamente las cuentas bancarias de los socios de la Compañía, allá en el lejano norte- el mundo giraba, y giraba en una dirección que pronto enseñaría su cara más fea. En 1929 murió el patriarca de los Aznar –Luis María-, al tiempo que en la debacle posterior a la Primera Guerra Mundial, estallaba la crisis industrial de los años treinta. Se produjo un bajón en la explotación, que se recuperó ligeramente aunque continuó en una línea descendente hasta 1931, año en que se suspendió temporalmente la circulación del ferrocarril. Durante nuestra Guerra Civil quedó en manos de los obreros, pero una nueva circunstancia vendría a empeorar las cosas: Las diferencias ideológicas de las familias de ambos socios habían conducido a un desgarro en la empresa. Los Aznar, partidarios del bando nacional, lograron hacerse con el control de la flota naviera, que la familia Sota, republicana y afín al nacionalismo vasco, había puesto al servicio de la República. En 1936 muere Ramón de la Sota, y las autoridades franquistas incautan sus propiedades debido a su militancia nacionalista. Con todo, se realiza un notable desembolso a fin de reparar la línea férrea dañada, como tantas otras, durante el conflicto. Pero se comprueba que las vetas están agotadas y no son rentables y, en 1942, apenas medio siglo después de haber arrancado, cesa por completo la actividad minera.

De la riqueza efímera quedan las ruinas. Las ocho torres de los hornos de calcinación, capaces antaño de reducir hasta 50 toneladas de carbonato de hierro, se yerguen hoy sobre la ladera (son visitables y entre las escorias de mineral aún pueden encontrarse fácilmente curiosas piritas de hierro de rara cristalización) sustituyendo a aquellas antiguas torres de muralla desaparecidas, que dieran nombre a la localidad en tiempos musulmanes. El trazado derruido del ferrocarril parece que, por fin, va a ser recuperado por la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, la Mancomunidad y el Consistorio, con la creación de una Vía Verde, similar a las que recorren otros puntos de nuestra Comunidad aprovechando viejos trazados ferroviarios. Se proyecta que la Vía siga el recorrido desde los hornos de Lucainena hasta el embarcadero de Aguamarga. Bajando los dos kilómetros que van desde las ruinas a las antiguas oficinas de las minas –hoy Colegio Diego Ropero- y saliendo del pueblo en dirección a Níjar, el camino, reconvertido de vía en pista asfaltada, es fácilmente practicable, aunque a poco se pierda en un camino de tierra que serpea en dirección a Polopos junto a la Rambla Alías, el Paraje El Saltador y los estribos de los grandes puentes metálicos desmantelados del Molinillo y la Rafaela, o los más chicos de Rambla Honda y Juaraquín. La ruta resulta muy apropiada para hacer cicloturismo o senderismo.

Existen otras rutas practicables, como son las de Lucainena-Turrillas, el ascenso al Peñón, o Lucainena-Sierra Cabrera atravesando la Cantona. Rutas por parajes naturales donde se puede disfrutar la fauna y flora propias de la zona, como el avistamiento de los buitres negros o las migraciones de los flamencos.

Muy cerquita (a unos diez kilómetros) está el Circuito de Velocidad de Almería, donde se celebran competiciones y aquellos que desean organizar sus propias carreras pueden, incluso, alquilar el circuito.

Lucainena vuelve hoy a ser una población eminentemente agrícola. Su población ronda los setecientos habitantes, aunque escasean los jóvenes. Sus calles empinadas de casas bajas y encaladas, están hermosamente cuidadas y decoradas con macetas de flores (lo que le ha valido un Premio de embellecimiento de los pueblos). En Junio celebra las fiestas de San Sebastián, y la tercera semana de septiembre las de su patrona, la Virgen de Monte-Sión. A la hora de comer, lo mejor es apuntar hacia los platos típicos, como el caldo colorao o los gurullos o el puchero de trigo.

La población hace ahora una apuesta por las energías renovables. Tras las cinco plantas fotovoltaicas que ya tiene operativas (unos 430 kilovatios entre todas), amplía ahora su capacidad con la instalación de otros tres, que con una capacidad de producción eléctrica de aproximadamente 21.000 kilovatios constituirán una de las plantas fotovoltaicas más grandes de Andalucía y suministrarán energía a unas diez mil viviendas.

El proyecto del AVE Almería-Murcia tiene actualmente tres tramos en estudio en la provincia, uno de los cuales es Lucainena de las Torres-Rambla de Retamar, veinticuatro kilómetros presupuestados a medio millón de euros (solo el estudio geológico y de trazado). El plazo para la ejecución de los trabajos de campo de los sesenta y cinco kilómetros de los tres tramos va entre siete y ocho meses (lo cual, tratándose de Almería, puede significar aproximadamente siete u ocho años). De hecho, los tramos de Lucainena-Retamar y Retamar-Almería son los más retrasados (el tercer tramo es Lorca-Pulpí), puesto que los ayuntamientos de Níjar y Almería, después de examinar el trazado y comprobar que limitaba el desarrollo municipal solicitaron del Ministerio de Fomento la modificación de los trazados previstos al principio. Y en esas seguimos...

Me da el pálpito, aunque desearía equivocarme, que la cosa se encallará en Pulpí al Este, y a la altura de Adra, al Oeste. Y si no, al tiempo.

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Estribos del antiguo puente de La Rafaela, desmantelado en la posguerra. Este puente era uno de los que salvaban las ramblas que cruzaba el ferrocarril minero que unía Lucainena de las Torres con Aguamarga.

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Restos de los ocho hornos de calcinación, en la ladera del Cerrón, junto a Lucainena.

Fotos antiguas de los hornos de calcinación y la estación de ferrocarril. La calidad es muy baja, en primer lugar porque los originales son de 1909, y es una copia escaneada a baja resolución y tamaño, pero para hacerse una idea pueden servir.

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Lucainena de las Torres (Hornos de calcinación, ca 1909) - Barcelona: A. Martin - Editor - Tamaño 13 x 18 - Portfolio de España 13 - R. 7643-A -- F803

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Lucainena de las Torres (Estación de Ferrocarril minero, ca 1909) - Barcelona: A. Martin - Editor - Tamaño 13 x 18 - Portfolio de España 13 - R. 7643-A -- F802

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El Cerrón guarda la villa, los campos y los restos de las minas.

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En la ladera reluce el pueblo, blanco de cal. En primer plano uno de sus viejos olivos.

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Un viejo trillo, apoyado sobre la pared de la Venta Museo, nos permite ver las pequeñas piedras aguzadas incrustadas en su base y las ranuras que antes alojaron otras parecidas. Arrastrados por una mula (generalmente) y conducidos por un chiquillo, los trillos se arrastraban sobre las mieses extendidas en la era y separaban el grano de la paja.

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Fachada de la Iglesia de Santa María, en lo alto de la cuestecilla. En el interior se halla la imagen de la patrona de la localidad, Nuestra Sra de Monte-Sión.

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Venta-Museo. Aquí se puede uno zampar una magnífica olla de trigo, o gurullos, o caldo colorao, o...
Amén de visitar el museo de útiles y aperos de labranza, claro.

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Calles del pueblo. Cal y flores.

En sus marcas...

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Aunque no creereis que las paredes se blanquean solas, claro... aquí no hay aprendiz de brujo que ponga a bailar los cepillos y los cubos:

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Mirador del Poyo de la Cruz, junto a la iglesia.

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Interior de la iglesia. Como era habitual en las zonas donde abundaban las razzias, es una construcción carente, casi por completo, de ventanas. Las pocas existentes son apenas claraboyas situadas en lo alto.

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Placa conmemorativa de la construcción de la iglesia.

Y, si de fieles tratamos, este tiene pinta de fiel y paciente, aunque no de feligrés.

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Torre del campanario.

Carretera y manta, de vuelta a casa...

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Almería, esa desconocida

De la Wikipedia:

Almería es una provincia de la comunidad autónoma de Andalucía, situada en el sureste de España. Limita con las provincias de Granada y Murcia. La capital de la provincia es la ciudad de Almería, situada en el centro de la bahía homónima.
El Gobierno y Administración de los intereses provinciales está encomendado a la Diputación Provincial de Almería.
Abarca 8.774 km². Según el Instituto Nacional de Estadística, en 2008 su población era de 667.635 hab., siendo ligeramente superior el número de hombres. La densidad de población es de 76,1 hab./km², cifra sensiblemente inferior a la media española. Cuenta con una diócesis, 8 partidos judiciales y 103 municipios, entre los cuales figura Níjar, uno de los términos municipales más extensos de España con 601 km². Dispone de 6 escaños de representación parlamentaria en el Congreso, y 4 en el Senado.
El gentilicio de sus habitantes es "almeriense" o "urcitano".

Almería es, para la inmensa mayoría de la gente, una absoluta desconocida. Como mucho, y con suerte, les sonarán los nombres de Vera, Cabo de Gata, Roquetas, Aguadulce o El Ejido. Alguno, un poco más puesto en el asunto geográfico tendrá nociones de por donde, más o menos, caen Tabernas, Carboneras o Adra; y ya, en el summum, alguno sabrá de Sorbas o Macael, o incluso de Pulpí y sus lechugas, o de las Sierras de las Estancias, Filabres o Gádor.
La razón principal estriba en su emplazamiento, encerrada entre escarpadas y áridas barreras montañosas (un cordón de sierras enlazadas con picos de alturas entre dos y tres mil metros, desde La Ragua, en Sierra Nevada, al Pico de María, en la Sierra del mismo nombre) y el mar. Una costa asaltada durante siglos por oleadas de invasores: primero fenicios, luego romanos, más tarde catalanes, genoveses, castellanos y magrebíes. La dureza de la vida en la zona y su aislamento la han tenido sumida en el atraso -Almería siempre ha llegado tarde a todo- sin que, lamentablemente, hayan servido también para mantenerla a salvo de la rapiña.
Sin embargo, esta es una tierra hermosa; con la hermosura descarnada de lo insólito que aparece por casi cualquier rincón. Almería exige tiempo y cariño para conocerla, para encontrar en sus valles y sus riscos las huellas de una riqueza natural, de una belleza singular que no se limita a sus doscientos y pocos kilómetros de orilla mediterránea, de las playas y calas levantinas, a la costa volcánica del Cabo de Gata, las dunas de Punta Entinas, o los puños de roca alpujarreña que se hunden en la mar allá en Poniente.
Llegué aquí hace apenas cinco años y me quedé enganchada. Después de muchos años dando vueltas, este lugar se convirtió de golpe en mi lugar en el mundo. No sabría explicar por qué o como; solo sucedió, de tal manera que aunque mi cabeza puede recordar perfectamente donde nací, me crié o fueron apareciendo todas y cada una de mis arrugas, siempre que me preguntan me declaro almeriense, por devoción.
Sin embargo, como almeriense -igual que como cualquier otra cosa- resulto un bicho raro: me paso la vida investigando las raíces, los lugares, los porqués, empecinada como buena inmigrante, en absorber por inmersión lo que no tengo por nacimiento: de los modismos lingüísticos -el deje o los localismos- pasando por la gastronomía, a las costumbres, a los ritos, a todo aquello que le da estructura a una "tribu".
No es la primera vez que traigo historias de la ciudad, o fotografías del Cabo de Gata y la costa almeriense, de Mojácar a Roquetas. Pero Almería es más que costa blanca y pitacos, más que un plató de cine. Ando detrás de descubrir esa Almería ignorada, sus hijos, sus gestas, sus logros -grandes o pequeños- y retirar el oscuro velo que la cubre, al modo del tradicional pañolón morisco que utilizaban las mojaqueñas no hace tanto. Y ese viaje de descubrimiento me gustaría traerlo aquí, por si otros sintieran, también, un mínimo de curiosidad por conocer ese lugar perdido al Oeste del Edén.
Mañana tengo prevista mi primera excursión hacia el interior. Se trata de un pequeño pueblo incrustado en la ladera de Sierra Alhamilla, un pueblecico de origen neolítico que comenzó siendo la villa de un romano -un tal Lucanivs- del cual heredó el nombre: Lucainena de las (siete) Torres, perteneciente en época musulmana a la cora de Bayyana, hasta que en 1488 pasó a manos de los Reyes Católicos.
Ya os contaré a la vuelta.

2/2/09

La Niña de Balanegra

Hacia Poniente, algo más allá de El Ejido, pasado Guardias Viejas y antes de alcanzar Adra, entre Balerma, Tarambana y Las Cuatro Higueras, hay un pueblico chico encerrado entre la orilla del Mediterráneo y la Autovía, al pie de la Sierra de Gádor. La pedanía no alcanza los tres mil habitantes aunque, en verano, como casi todos los lugares costeros, multiplica su población hasta llegar a triplicarla.

Por no tener, este pueblico chico todavía no tiene ni Ayuntamiento propio (pertenece a Berja, población con la que mantiene en los últimos años un tira y afloja por desgajarse). Siglos atrás, el pueblo vivía del pastoreo trashumante, que fue desapareciendo y hoy ha sido sustituido por la agricultura intensiva. Es uno más de los pueblos-invernadero del Poniente almeriense.

Hasta hace poco, celebraban la Epifanía (el 6 de enero), el Día de Andalucía (28 de febrero, con unas buenas migas aderezadas de tocino, chorizo y habas, que reparte el Ayuntamiento), el eufemístico “Día de la Entidad Local Menor” (25 de Marzo, porque son cabezones y, aunque no estén constituidos todavía como municipio autónomo, defienden con uñas y dientes ese primer paso para que su Alcalde lo sea en toda la extensión del término), el Primer Domingo de Mayo con una romería que acaba en paellada para propios y extraños, un San Juan verbenero que ilumina de hogueras su playa y los cuatro días de la veraniega semana de Santiago que son la Fiesta Mayor. Pero, a partir de ahora, en ese pueblecico chico, celebrarán el día 1 de Febrero; ese día en el que una de sus vecinas más jóvenes, una preadolescente de doce años, recibió uno de los premios que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de nuestro país concede a aquellos que trabajan recreando la vida nuestra de cada día y creando ilusiones y vidas alternativas. Ayer, una chiquilla de doce años se llevó, por un trabajo digno y profesional, el Goya a la Mejor Actriz Revelación de 2009 y, cuando subió con su lluvia de lágrimas emocionadas al escenario, a recogerlo, no se olvidó de su pueblo, su pueblico chico encerrado en la costa almeriense, entre las olas y una autovía, medio cubierto del plástico de los invernaderos. Nerea Camacho, abrazada a su Goya y tierna, todavía, en sus palabras, llevó con ella sus raíces, esos pies pequeñicos asentados en un pueblo que apenas nadie conoce (aunque aparezca en la Wikipedia de Todos los Santos), su Balanegra natal.

Almería es –dicen- tierra de cine. Al cine y sus derivados le agradece una parte importante de sus pocos recursos y del eco de su nombre en nuestro país y fuera de él. Pero ese reconocimiento nacional e internacional sólo lo han recibido sus escenarios; su desierto y sus calas, sus ficticios ranchos y tipis, su África sin salir de Europa, sus remedos de otros desiertos donde los rodajes resultaban más caros, menos exóticos o más peligrosos. Ayer, por fin, una almeriense menuda, jovencísima, con un cuajo profesional que augura grandes posibilidades de futuro, si ella y quienes la rodean son capaces de mantener los pies en la tierra y cuidar esa riqueza, consiguió que Almería tuviese, por fin, un rostro de cine.

Más allá del fandanguillo, de Manolo Escobar, de los rizos rubios de David Bisbal, del cerebro privilegiado de Ginés Morata, de los logros de su equipo de fútbol, de Rosa María -esa primera mujer piloto de caza de combate en nuestro país- de su oro líquido de Tabernas y su pasado teñido de óxido de hierro, polvo de alumbre, esparto y pitacos, de sus desaladoras y su Plataforma Solar, Almería luce hoy un rostro de niña, juvenil y hermoso, cargado de futuro. Ojalá que todos lo podamos ver madurar, como la fruta en sazón del Poniente almeriense.

27/1/08

Demasiado tiempo...

Muchos son los días transcurridos sin dejar una huella en el blog. No es que hubiese falta de material, sino tal vez cierta dispersión de ideas, cierta alteración en las prioridades, un poco de esto y algo de lo otro.

Pero va siendo hora de volver. De retomar los caminos de esta ciudad, de este oasis imperfecto -no soportaría vivir en la perfección-, de este pequeño mundo de arena, viento y mar, donde el tiempo viaja algo más lento y la gente no tiene el espíritu tan acelerado.

Durante este tiempo he cambiado de trabajo, he cambiado mis rutinas domésticas y he cambiado la programación de mis días y mis noches. Tal vez he salido perdiendo en unas cosas; indudablemente he salido ganando en otras. Tal vez, con un poco de organización, consiga también recuperar parte de lo perdido.

Veremos lo que da de sí este año: Par por los cuatro costados y bisiesto. Esperemos que no sea del todo malo.

De momento, el objetivo es abrir al menos un tema por mes. O lo era, hasta que hace una semana me lesioné dos dedos de la mano izquierda que han retrasado la puesta en marcha de los motores. Será cuestión de paciencia... y de dejar que Febrerillo El Loco lleve carga doble, aprovechando que viene con un día auxiliar.

Todo tiene su tiempo.

20/7/07

Estimado Sr. HACENDADO

El siguiente relato es un regalo de mi buen amigo, Suerte, quien contribuye de vez en cuando a esta Crónica con sus impagables relatos de una infancia de verano en Almería. Hoy, no tan "infantil", pues la aventura ha tenido lugar hace apenas un par de semanas, en su última visita a esta, su casa:



A Almería ya no la reconoce ni la madre que la parió, lo cual no es necesariamente malo ya que la queridísima ciudad que conocí en mi niñez era de todo menos bonita. Pero aquella Almería de entonces era chiquitita, sencilla y fácil de manejar: la estación, el puerto, la rambla, la Telefónica, la Térmica (o playa del Zapillo) y el mercadillo de las Regiones. Y para de contar, ya no había más referentes en toda la ciudad.

Ahora no. A pesar de que ahí no llueve más que barro, han crecido como setas las rotondas, las avenidas principales (no sé cuántas avenidas principales hay, pero sin duda son muchas), los cruces (los han hecho todos iguales), los barrios, las barriadas y los centro-ciudad (para mí que hay varios).

El caso es que el otro día me encontraba en las afueras de Almería y tomé la decisión de bajar a la ciudad a hacer la compra en el Mercadona pues el Señor Hacendado es un tipo que me resulta de toda confianza. Pero como eso del Mercadona es un invento moderno que no existía en mi Almería de toda la vida, me tuvieron que dar unas cuantas indicaciones sobre cómo llegar.

-Tú tiras hacia el Carrefú y vas hacia ahí pero sin llegar ahí, das la vuelta por detrás y más o menos por ahí, junto al Hotel Trip, te encuentras el Mercadona.

Francamente quien me dio aquellas indicaciones no tenía precio alguno como asesor de la Guía CAMPSA. Pero, como yo sí tenía bien localizado el célebre Carrefú, decidí fiarme de mi proverbial sentido de la ubicación y ahí me fui directo.

En llegando al Carrefú, tal como me dijeron, fui al Carrefú pero no fui al Carrefú, di la vuelta por la parte de atrás del Carrefú y localicé al tercer intento el mentado Hotel Trip... pero ni rastro del Mercadona. Dos vueltas después alrededor del Carrefú, perdido como estaba en mitad de una rotonda cercana al Carrefú, decidí confiar mi suerte a un paisano que circulaba en moto por el lugar.

-Oiga, jefe, ¿el Mercadona?

-¿El Mercadona?

-Sí, el Mercadona. ¿Por dónde se va al Mercadona?

El interfecto, con gesto serio, ceño fruncido, cara seca de pocos amigos al principio no dijo nada. Después reflexionó (supuestamente sobre algún problema de física cuántica) y finalmente dijo sentencioso.

-¡Sígame!

La sorprendente respuesta, más que una sugerencia, pareció la orden de un Coronel, y después de tantas vueltas alrededor del Carrefú yo ya no tenía cuerpo como para desobedecer la orden de la superioridad. Así que ahí fui pegadito a la scooter del guía desconocido.

Viendo que el fulano tiraba en el sentido opuesto al que supuestamente se encontraba el Mercadona, y ya que las callejuelas por las que me llevaba el señor de la motillo no inspiraban confianza ni a los primos del célebre Vaquilla, tomé la firme decisión de echar los pestillos del coche. Si me estaban preparando una encerrona para darme un palo en un callejón sin salida yo al menos no se lo pensaba poner tan fácil.

Cuando a punto estaba de girar a la izquierda para darle esquinazo al extraño tipo de la moto, éste giró con su moto a la derecha tomando una amplia avenida que yo ya conocía porque era el camino lógico hacia el Carrefú. Esto vuelve a ser terreno amigo, me dije, así que seguí confiando en él.

El guía-motero se enfadó con un coche que no le cedió el paso (tengo la impresión de que se sentía investido de un especial halo de responsabilidad por la gran labor social de lazarillo que estaba desempeñando y que por eso le molestó sobremanera que no le dieran prioridad de paso). Un giro más a la izquierda cruzando tres carriles de la gran avenida, otro más a la derecha .... y ces´t voila!

-Ahí lo tiene, capitán- dijo con aires de grandeza.

Formidable, absolutamente formidable, soberbio, sublime, magnífico, asombroso. Después de tantas vueltas infructuosas alrededor del Carrefú tratando de localizar el maldito Mercadona, después de pasar una y mil veces por el mismo sitio, después de tantas idas y venidas mareantes, el peculiar Señor de la Scooter, mi ángel de la guarda particular, me había depositado en las mismísimas puertas ..... del Carrefú.

-Gracias, muchas gracias, ha sido usted muy amable.

Después de todo ese periplo ni que decir tiene que terminé haciendo la compra en el Carrefú ¿Para qué ponerse a buscar de nuevo el Mercadona? Estos días, reflexionando sobre el asunto, he llegado a la conclusión de que mi lazarillo motorizado no es más que un mercenario a sueldo del Carrefú que cobra una comisión por cada turista despistado que consiga llevar de regreso al redil del hipermercado francés.... sobre todo teniendo en cuenta que (esto lo supe dos días después) apenas hay 30 metros de distancia entre el Mercadona y la maldita rotonda donde el fulano de la moto me dijo aquello de ....

-¡Sígame!








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27/5/07

JUGANDO A SER

Es el título de la exposición que desde el pasado 24 de abril y hasta el próximo día de San Juan, ofrece el Museo Arqueológico de mi ciudad. Una exposición sobre juguetes y juegos.

De momento apenas le he echado un somero vistazo por encima, sin profundizar demasiado, pero es mi intención regresar y ensimismarme un rato en la contemplación de los viejos juguetes, ampliando cuantos datos me sea posible conseguir.

De cualquier forma, ya que estaba allí -había ido a recoger unas invitaciones- y que llevaba la cámara al cuello, hice algunas fotografías y me dejé arrastrar por los recuerdos. Recuerdos que, como cerezas, iban enlazándose unos con otros a medida que mis ojos recorrían las vitrinas.

Todo empezó con una cancioncilla que sonaba, en el preciso momento en que crucé el dintel, sobre una pantalla blanca que mostraba las evoluciones de unas chiquillas (que pude ser yo misma) al jugar:

Antón, Antón, Antón Perulero
cada cual, cada cual, que atienda su juego
y quién no lo atienda
pagará una prenda...


Fue como retrotraerse de golpe a la infancia. Tal vez alguno de los que lleguen a leer éstas palabras sea muy joven, pero incluso a ellos puede alcanzarles el contenido de esas hornacinas... de todo hay, incluso una "primitiva" PlayStation. Y la mayoría de nosotros, afortunadamente, hemos jugado a una u otra cosa, pues el juego forma parte esencial de la niñez y el aprendizaje.

Tengo una muñeca...

En algún lugar (el Cesto de Cerezas) conté sobre una muñeca de porcelana que, allá en mi niñez, rompió sin pretenderlo uno de mis primos, sufriendo por ello la más cruel de mis venganzas. Era, exactamente, como esa muñeca-bebé, con su camisita y su canesú.

Distintas pero iguales.

Esta curiosa muñeca reversible, formada por una pareja de siamesas, era un magnífico sistema de tener dos por una. Piel clara y piel oscura, la negrita -a los niños las tontunas políticamente correctas no se les ocurren solas. Si la muñeca era negra no se decía afroloquefuera ni norteafricana ni demonios en vinagre, era negrita y punto- con su pollera colorá y su camisa blanca. La blanca, con su falda colorá y su camisa roja. Ambas con su gorrito blanco y con puntillas.

Diábolo

El diábolo era uno de los juguetes más socorridos en tiempos de mis padres. Mi madre lo dominaba casi a ciegas, y sabía hacerlo volar bien alto.

Canicas Jugando a las canicas

No es, precisamente, un juego moderno pero... ¿algún chiquillo NO ha jugado con canicas?

Grilleras. Casitas para la Consciencia

Los niños cazaban grillos... incluso los llegaban a criar en pequeñas jaulas a tal efecto. En China, un grillo es un regalo importante y para estos diminutos cantores se han llegado a fabricar casas historiadísimas.

Caballito de cartón Trenes, coches, aviones... la Edad del Motor

Del caballito de cartón, al caballo de hierro, el coche y el avión.


Dioramas Cibernéticos: Ha llegado la Play

De los dioramas -primeros esbozos de fotografía y cine- a las consolas...

Juguetes mecánicos El Meccano. Construyendo el mundo

De los minúsculos autómatas, al casi infinito Meccano...


Y, siempre, siempre, abriendo ventanas a la imaginación, las historias, los cuentos, las primeras letras, los tebeos... un mundo de aventuras y de magia.

Por algo se empieza



Disfruté en el Museo -siempre lo hago- y volveré, a empaparme de aquella niñez que una vez fue mía, y ahora bulle alrededor, jugando con otros juguetes que, mañana, también serán historia. A fin de cuentas los juguetes también son, como tantas otras cosas que rozan nuestras vidas, Cultura.

ALAMAR, DUO SHIRABE

Sin desmerecer otros eventos- resultó ser, la noche del viernes, uno de los mejores ratos en estas últimas semanas.

Son apenas las nueve de una noche tibia de mayo, viernes por más señas. Almería, mi ciudad, está estos días particularmente activa y algo agitada por tanta celebración junta. Apenas terminada la Feria del Caballo, en plena efervescencia electoral municipal –esta noche son las “fiestas” de cierre de campaña-, con la clausura –también esta noche- del Festival de Cortos, en el que hemos tenido como invitada muy especial a Faye Dunaway, con varios ciclos musicales abiertos, llena de bodas –Mayo es, como junio, un mes muy escogido para tales eventos- y algunas comuniones, aunque esas sean más propias de sábados o domingos por la mañana. Y además, con la primavera burbujeando en todas las venas adolescentes y menos adolescentes.

En tejanos y camiseta, cámara en ristre y sin más bolso que los bolsillos del pantalón, que se suponen suficientes para llevar un par de euros (por si acaso), un juego de pilas para la cámara y el móvil, cruzo la ciudad hasta llegar a la Iglesia de San Juan, que fuera antigua mezquita principal en los tiempos de los tiempos. Pero hoy mi destino no es la Iglesia, sino el Patio de los Naranjos que está justo enfrente, en el interior de la Delegación de Defensa y al que, por supuesto, el acceso suele estar habitualmente vedado.

Cuando llego, apenas hay nadie y la guardia de puerta –no militar, sino un servicio especial de seguridad, específico para controlar los accesos en este evento- me indica amablemente que no se puede entrar hasta las nueve y media y que recuerde que para hacerlo es imprescindible que lleve mi documentación (DNI o pasaporte). Como por ésta vez mi servicio de información y mi memoria se han comportado decentemente y voy pertrechada con la tarjetita de marras, deambulo un rato por la zona mientras cae el crepúsculo. Justo al ponerse el sol, al otro lado de la puerta entreabierta puedo ver la ceremonia (parte) de bajada de bandera, que tiene lugar diariamente al llegar esta hora. Saco alguna foto que, para variar, sale movida, mientras aguardo con paciencia que me permitan el acceso.

Arriada de bandera - Delegación de Defensa

Tras una ligera ojeada al DNI –no debo parecer muy sospechosa- me abren paso hacia el fondo, a la derecha.

El Patio de los Naranjos (nada que ver con el cordobés) es un espacio rectangular, porticado en su perímetro por columnas y arcos que las enlazan. Bajo los arcos, los muros alicatados a los que se asoman ventanas como ojos, tienen un claro aire de patio andaluz. Cuatro arcos, con sus correspondientes columnas, conforman los dos laterales más cortos, ocho los largos; de techo, el cielo intensamente azul del crepúsculo y, dominando el panorama, la Alcazaba asomada sobre el lienzo norte, y la media luna creciente, brillante esta noche como una joya blanca, sobre el lienzo sur. Frente al arco principal, un jazminero exhala un perfume intenso mientras, rodeando el patio, se alzan como guardianes una veintena de árboles que, pese a lo que uno pudiera pensar, y dado el nombre, no son naranjos, sino limoneros. Verdes, intensos, con sus pequeños frutos apretados y todavía verdes empezando a convertirse en pequeños soles amarillos.

Patio de los Naranjos - Delegación de Defensa Vista de la Alcazaba desde el Patio de los Naranjos

Poco a poco la oscuridad va ganando terreno mientras un público variopinto va llenando todas las localidades y arracimándose en la periferia, sentados bajo el porche o por los suelos.

Vale con unas cuantas sillas

Hoy actúa el Duo Shirabe. Shirabe puede traducirse por “Melodía”. La pareja está formada por Yoshie Sakai, una japonesa de aspecto menudo, sonriente y tranquilo, maestra de koto, shamishen y jiuta, que reside en Madrid desde 1981 y Horacio Curti, bonaerense (aunque ahora reside en Barcelona), alto y joven, que iniciara su carrera musical como saxofonista y es, desde 2004, maestro shihan de shakuhachi, la antiquísima flauta de bambú.

Me entusiasma poder conocer en directo una música de tierras tan lejanas. Así que intento acomodarme en la silla de tijera –atrozmente atroz- y espero que todo comience.

El programa está dividido en tres partes. En la primera, Horacio actúa solo, desarrollando tres piezas para shakuhachi. Su indumentaria es de estilo japonés, azul noche y blanca. Las luces del escenario le bañan de reflejos igualmente blancoazulados, curiosamente contrastando con el masculino yang, lleno de fuego, Horacio queda iluminado, frío y brillante como una hoja de katana.

El shakuhachi es una flauta de bambú, del cual se pueden observar las raíces en su parte inferior, mientras que en la parte superior está cortada en ángulo, formando así la embocadura. Tiene cinco agujeros –cuatro al frente y uno en la parte posterior- y al ser soplado produce una escala de cinco sonidos, que puede parecer escasa pero, combinados en una serie de técnicas especiales, permiten una gama amplísima de sonidos donde el timbre es el elemento básico. Resulta muy curioso y es difícil de comprender, aunque lamentablemente no podré mostrároslo, la manera en que Horacio consigue con un instrumento, en principio tan simple, llegar a nuestros oídos desde dos sonidos simultáneos completamente distintos. Esto se acentúa en la última de las piezas que nos ofrece en solitario: Tsuru no sugomori (Las grullas en su nido), donde el shakuhachi está sonando a un tiempo con timbre grave y agudo, como si fueran dos flautas en lugar de una sola.

Este instrumento entró en Japón desde China, y alcanzó sus características actuales allá por los s. XV y XVI, cuando un grupo de monjes komuso (budistas zen) lo agregaron a la tradicional meditación de Za Zen (zen sentado), como una práctica a la que dieron por nombre Sui Zen (zen soplado) en la que cada monje meditaba no al escuchar, sino al emitir un sonido soplado en la flauta. Era, por tanto, considerado un instrumento religioso y no musical. Más tarde, cuando los monjes desaparecieron, los sonidos fueron recuperados como música y transmitidos bajo la denominación de Honkyoku (música fundamental).

La segunda parte son tres piezas ejecutadas por Yoshi en su pequeño-no-tan-pequeño “dragón”. ¿Por qué “dragón”? Les cuento: parece ser, y así nos lo cuenta Yoshie, que los chinos comparaban el koto con un dragón, por su forma alargada, y cada parte del instrumento se denomina con la correspondiente de tal animal mitológico (cabeza, cuerno, cuerpo, patas, etc.). En la pieza que ven en la imagen, el hocico o boca del dragón sería el extremo forrado en seda roja con flores bordadas, y los puentes de marfil que tensan las cuerdas serían la cresta del lomo, por ponerles algunos ejemplos. Tal vez por eso, la luz que ilumina a Yoshie sea roja, cálida, dorada como su propia túnica. Toda fuego. Cereza roja sobre baldosas blancas... y fondo oscuro.

Koto - Arpa japonesa

El koto, o arpa japonesa, era inicialmente (antes del s. VIII) un instrumento pequeño –un metro, aproximadamente- y portátil, de cinco cuerdas, al que llamaban wagon y que no solo era considerado un instrumento musical, sino que se utilizaba como un elemento sagrado en las ceremonias religiosas. Durante el periodo Nara (s. VIII) le añadieron una sexta cuerda y, poco a poco, varias más, hasta alcanzar las trece del gakuso (inspirado en el koto chino o cheng. Según se toque, el koto varía su sonido, pudiendo parecerse a un arpa, o a una guitarra, por ejemplo.

Sakura Sakura (Flor de cerezo) en los hábiles dedos de Yoshie, deja a la audiencia boquiabierta. Es una hermosísima melodía muy popular en su país, que te hace soñar con un paisaje casi irreal. La siguiente pieza fue dedicada especialmente a la ciudad y al espacio en el que nos encontrábamos. Su título, Kojo no tsuki, (en castellano La Luna sobre el Castillo en Ruinas) la hacía muy adecuada hallándonos, tal como mencionó Yoshie, bajo la luz de la luna, al pie de un castillo amurallado, disfrutando la belleza de la noche y la música ancestral, como en tiempos lo hicieran los hoy desaparecidos samurais.



(Fragmento de Sakura)



(Fragmento de Kojo no tsuki)

Finalmente, una pieza contemporánea cerró su solo. Por lo visto la intérprete se sintió un poco “impelida” a incorporar esta pieza al programa, siguiendo un golpe de viento... perdón de inspiración momentánea. Al llegar al aeropuerto del Alquián, la había recibido uno de nuestros más insignes ciudadanos y convecinos: El Viento. Un ventarrón de esos que te zarandean, y que llevaba todo el día levantando faldas por la ciudad. Así pues, Yoshie decidió hacerle caso y tocar, esta noche Kaze ni kike (Pregunta al viento), a ver si el lebeche le daba alguna respuesta.

El concierto acabó en una pieza a duo y un bis, que el público exigió a gritos. La pieza a dúo fue Kusa no yume (El sueño de una planta), y podeis escuchar un fragmento a continuación.



(Fragmento de Kusa no yume)

*Al final de este post hay una repetición de esta pieza, conseguida por alguien que asistió, como yo, al concierto, pero tuvo más habilidad, mejor ángulo y más "metros" de grabación.

El bis... se quedó fuera de toda posibilidad de la cámara. Sigo sin saber como reducir la calidad y ampliar la duración de la tarjeta. Cinco minutos son 500 Mb que, además, no hay dios que suba al Tube.

Espero que os haya gustado como a mí me gustó. Grabarlo y hacer las fotos fue como llevaros a mi lado.

La Alcazaba, iluminada, corona el Patio


Kusa no yume (Sueño de una planta).



En YouTube, por Samimi85




Toda la información sobre los instrumentos está incluida en el programa del Festival, o fue proporcionada de primera mano por ambos artistas, si bien tanto Yoshie como Horacio tienen sus propias –y muy interesantes- páginas web, donde está todo ello muchísimo más detallado todavía, donde incluso podeis escuchar alguna de las piezas.

http://www.spainnetwork.com/yoshie/shirabe.html

LUTHIER, DANDO CUERPO A LA MÚSICA




Existen todavía -y esperemos que perduren- en nuestro pequeño mundo, oficios que, más que una forma de ganarse el pan, son una forma de vivir, de sentir, de dar forma a nuestras pasiones, a nuestra mirada sobre el espíritu y lo que lo hace vibrar, aún en las cosas más sencillas y cotidianas. Oficios artesanales, de útiles hechos con mimo y cariño, creados con la belleza sencilla que les da el cuidado, el tacto, el aliento de vida soplado de uno en uno, y no en cadenas de montaje.

Ese es, sin duda, el caso de los luthiers, que crean y reparan instrumentos de cuerda. El caso de Juan Miguel González Morales, uno de los diez nombres más representativos hoy en día en nuestro país, en lo que se refiere a la creación de guitarra clásica española (flamenco o concierto, que ambas salen de sus hábiles manos).

Juan Miguel González dió la otra noche una -corta, demasiado corta- conferencia acerca de "Como se construye una guitarra" en los Aljibes Árabes, a la que tuve el placer de asistir.

Este hombre, sencillo, nació en Almería en 1947, muy cerquita de donde yo vivo -en la Rambla Amatisteros-, y aprendió el oficio de su padre, Miguel González, quien a su vez lo aprendió de los Hermanos Moya, contemporáneos de don Antonio de Torres Jurado, también almeriense (Cañada de San Urbano, a pocos kilómetros del corazón de la ciudad, justo donde hoy vive Juan Miguel González) y padre de la guitarra clásica moderna, equiparable al arte de Stradivarius respecto al violín. De las manos de Torres -que así le llaman los entendidos- surgieron guitarras cuyas cuerdas puntearon grandes nombres, como Tárrega o Llobet.

Empezó Juan Miguel muy temprano en el oficio, ayudando a su padre cuando contaba apenas nueve años. Hoy, a vueltas con los sesenta, es su hijo quien colabora con él.

¿Y qué sabemos de la guitarra, como nació y cómo se construye?. Poco más o menos, algo así:

El primer instrumento de cuerda con mástil fue árabe, y ellos fueron quienes lo introdujeron en España, donde evolucionó de acuerdo al lugar, incluso en el nombre: La femenina ud acabó derivando, por fusión, en el masculino laúd.

Es aquí, en la península, donde Gaspar Sanz compone la "Instrucción de música sobre la guitarra española", allá en las postrimerías del s. XVII. Antes de eso había guitarras de nueve cuerdas, una simple y cuatro órdenes (o pares). A diferencia de las guitarras construidas en otros países europeos, sobrecargadas de adornos e incrustaciones, la guitarra española se construía para ser tocada y se hizo tan popular que el capellán de Felipe II, Sebastián de Covarrubias, llegó a decir que "la guitarra no vale más que un cencerro, pues es tan fácil de tocar que no existe campesino que no sea guitarrista".

A finales del s. XVIII y principios del XIX a las guitarras se les añaden barras de refuerzo bajo la tapa armónica. Se añaden -al igual que hoy en día- para reforzar la estructura y permitir que la tapa fuese más delgada, obteniendo así una mejor distribución del sonido. Se refuerza también el mástil, utilizando ébano o palisandro, y se incorporan clavijas metálicas en lugar de las de madera para afinar las cuerdas. El trastero elevado, que se incorpora a petición de Luigi Legnani, para interpretar a Paganini, es uno de los avances más significativos, pues antes las cuerdas quedaban demasiado lejos de la tapa armónica y había que apoyar uno de los dedos de la mano derecha para que sirviera de soporte a los demás.

A mediados del s. XIX la guitarra recibe el más importante desarrollo desde sus comienzos, y ésta aportación le llega desde Torres. Las siete varas (o varetas) finísimas, extendidas en abanico, bajo la tapa armónica, el aumento de tamaño de la caja y el ancho del mástil. Será José Ramírez quien, junto al guitarrista Narciso Yepes, le agregue cuatro cuerdas más (diez, en total) para los graves, sobre un mástil más ancho y con más trastes que le permiten ampliar la gama sonora de la mano izquierda.

Lo fundamental en una guitarra -nos cuenta Juan Miguel- es la tapa armónica. De ella dependerá el sonido, y de la calidad de su madera y del trabajo que con ella se realice dependerá una respuesta del instrumento más o menos rápida.

La tapa se construye en dos piezas, en cuyo centro va la roseta -o boquilla- que, en el caso de las guitarras de Juan Miguel, es de madera de palosanto y va adornada con un cordón de plata. El interior de la tapa se refuerza, para darle solidez, con unas barras, y se completa con el abanico de siete varetas (aunque hay alguna excepción, según el uso que se vaya a dar al instrumento). El mástil se fabrica en cedro hondureño, con una tira de ébano -más resistente que el ciprés o pinoabeto que se utiliza para la tapa- de 1 cm de espesor, para el diapasón, de modo que no cedan las cuerdas. La funda -o suelo- en dos partes con tira central, que impide que se abra, el puente -con su espacio para el "hueso" ya marcado y el costado con la hendidura preparada para los aros que, conformados con humedad, calor y presión, servirán para darle solidez. El cuerpo de la guitarra se une mediante una hilera continua de peones, pequeños tacos trapezoidales de madera que van encajados unos junto a otros. Nos explica el maestro que se utilizan peones, en lugar de una tira continua, porque la segunda, si se levanta en algún punto, se lleva por delante toda la sujección, mientras que el daño en un solo peón no afecta -o no debería- afectar al resto.

Se marcan y colocan los trastes en el mástil. Finalmente, las piezas reciben cuatro manos de lijado, de más grueso a más fino, para desbastar, afinar asperezas -que afectarían al sonido- y limpiar los poros. Después, en la tapa de la guitarra, justo en la zona donde se va a colocar el puente, se marca una red de ranuras, donde se encolará el mismo. Estas ranuras tienen por objeto provocar que, en caso de que el puente salte, lo haga solo, evitando así daños mayores a la tapa. Veinticuatro horas después, cuando la cola haya secado, se procede a colocar dos cuerdas-guía para delimitar la zona del diapasón y a frotar con piedra pómez para unificar el poro, antes de barnizar.

La guitarra se barniza no solo por el exterior, sino también en el interior, cubriendo el fondo de goma laca y yema de huevo, a fin de que el sonido vibre adecuadamente.

La guitarra, al contrario del violín que suena sin necesidad de presión interna, por el frotado del arco, necesita una presión en la caja que le brinde al sonido su especial textura, por lo tanto, son esenciales el grueso de la madera, un ensamblaje perfecto y una no menos perfecta "estanqueidad", sin fisuras . El grosor de la tapa o el ancho del instrumento variarán en función del uso. La guitarra de concierto es más ancha de caja, y lleva veinte trastes, pues existe alguna pieza musical que lo precisa. La de flamenco es más estrecha, y se procura que la tapa sea más débil, para evitar que se "coma" al cantaor.

Un luthier distingue sus criaturas por la vista, obviamente, pues cada uno tiene sus propias marcas de fábrica -roseta y cabeza tienen diseños particulares-, sin embargo, no es nada extraño que sean capaces de distinguirlas, también, solo escuchándolas. Todas y cada una tienen su propia voz.

Las guitarras del maestro González andan en manos de artistas como Tomatito, Juan Francisco Padilla, Norberto Torres, Yamashita y otros muchos, algunas andan por las estepas rusas, y otras por el Far West.

La conferencia estuvo acompañada ¿podía ser de otro modo? por el sonido de una de las criaturas del guitarrero, en las manos de Jesús Fernández, joven, pero con todo el futuro entre los dedos. Os dejo aquí, para que podais disfrutarlas como yo lo hice, sus dos intervenciones -recortadas en dos piezas cada una-. Las dos primeras por Tarantas, las dos segundas por Bulerías.









El maestro González tiene su página -como no, en los tiempos que corren- en Internet, donde podeis sin duda echar un vistacillo, si os apetece.

http://www.juanmiguelgonzalez.com

UNA EXCURSIÓN LITERARIA. 1

Sábado, 19 de Mayo.

Desde hace un par de semanas tenía comprometida la mañana del sábado. Y me sentía un poco como en los viejos tiempos, cuando en el cole nos llevaban de excursión e íbamos todas con nuestro "cuaderno de campo" para tomar notas.

Supongo que saben, y si no se lo explico ahora, que en lugar de regresar a casa a mediodía para comer, dedico esas dos horas y media bien a irme a la playa y tomarme cerveza y tapas al sol que me caliente, bien a tomarme la tapa y meterme en la Biblioteca, que me pilla muy cerquita de la oficina, es lugar tranquilo, tiene calefacción en invierno, aire acondicionado en verano y libros, muchos, muchos, muchos libros.

Pues bien, la Biblioteca Pública Francisco Villaespesa, central y principal de todas las almerienses, tiene desde hace un tiempo una directora que vale su peso en oro. Porque está encariñada con "su" centro y se preocupa de ponerla en valor. Carmen Méndez -que ese es su nombre- es una mujer joven y atrevida, que sólo necesita darle nombre a un día para convertirlo en una actividad, sobre todo y ante todo dirigida a los pequeños lectores, pero también para los adultos.

El "programa especial" del sábado consistía en una visita a Almería, haciendo un esfuerzo de imaginación y tratando de verla como la vieron los aventureros viajeros de principios del XIX. La Almería "romántica", por decirlo de alguna forma. Por supuesto, esa Almería no se parecía en nada a la que iban a pisar nuestros pies pero, de cualquier modo, nos encanta jugar bajo el sol e imaginarnos convertidos en seres de otro tiempo.

Jose Domingo Lentisco Puche, velezano -al parecer, porque "apenas" lo repitió veinte o treinta veces durante el trayecto- afincado en Almería, bibliotecario de la UNED y documentalista en sus ratos libres, nos recibe en la Alcazaba, donde comenzamos la gira. Charo, monitora en la Biblioteca, es el lazo de unión administrativo. Cuando llego, la última -nomelopuedocreer- y echando el bofe, trepamos por la sinuosa rampa hasta atravesar la puerta de la Justicia y nos adentramos en los jardines, donde el gran lilo empieza a mostrar su carga de flores y las rosas están en todo su esplendor. Acomodados alrededor de la fuente octogonal, Jose Domingo empieza a contarnos lo que veía el viajero, es decir: un montón de ruinas -la rehabilitación de la Alcazaba no se emprendió hasta bien avanzada la mitad del s. XX, en tiempos de Franco-, una plaza de mercado, un incipiente Paseo -entonces conocido como Boulevard del Príncipe- y algo parecido al simulacro de un puerto, alrededor del cual se arracimaban las casitas como dados blancos.

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En cualquier caso, Jose Domingo nos deja claro desde el primer momento que es necesario conocer quién escribe en cada caso para poder situarse correctamente. El viaje no es -ni puede ser- objetivo, puesto que lo que cuenta el viajero es siempre su propia experiencia, su punto de vista, y este varía mucho en función de su origen, del motivo por el que viaja y de sus propios prejuicios aparte, por supuesto, de las incidencias que un viaje de esas características pueda presentar.

En el periodo comprendido entre finales del XVIII y principios del XIX, Europa es una zona convulsa, donde la revolución -tanto la social como la industrial- ha puesto patas arriba todo un estilo de vida y zarandeado muchas cosas. Muchos viajeros son escritores, y otros políticos, o militares. Del mismo modo que en siglos anteriores se sintieron atraídos por Oriente, ahora siguen buscando lo éxotico y lejano y, como la lejanía no es necesariamente una cuestión de distancia, sino de desconocimiento, España les parecía de lo más exótico. Sobre todo y ante todo Andalucía, que venía a ser a sus ojos simplemente un pedazo de África implantado en el borde sur del continente europeo; aspecto este que venimos arrastrando desde entonces si bien, geográficamente hablando y en determinadas zonas, como puede ser el caso de Almería, el parecido era importante.

Rousseau, Cook, Didier, Rossmeller, Garzolini, Alarcón y muchos otros, retrataron imperfectamente el mundo que recorrían. Imperfecto, sí, pero a sus ojos absolutamente real. Charles Didier, por ejemplo, francés, en época napoleónica -no olvidemos que estamos en mil ochocientos y poco, y España acaba de enfrentarse a l'Empereur en más de un levantamiento- y recorriendo un territorio áspero y que le recibe con hostilidad, difícilmente puede escribir alabanzas del país. Para él, las mujeres son espantosas, los hombres semi-salvajes y el país, en suma, un absoluto desastre.

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Ana (¿?... estas malditas lagunas en mi memoria), campesina de la época, nos acompañó durante todo el recorrido, vestida como se puede ver con las prendas que usaba la gente de su clase, y contándonos aquí o allá las cosas de su tiempo, y de los señoritos extranjeros -y nacionales- que por allí pasaron.




De momento dejo el relato aquí, y lo iré recuperando para completarlo con más comentarios y fotos, porque fue largo y tiene mucho para contar.